Estado de la vía en el punto del descarrilamiento (Adif)
La mañana del 29 de noviembre de 2017 llovía con fuerza sobre la provincia de Sevilla, provocando inundaciones y desbordamientos en el entorno de la localidad de Arahal. A las 10:10, estas acumulaciones de agua provocaban el descarrilamiento del tren de media distancia que unía Málaga y Sevilla, que se desplazó sin control 410 metros. El accidente se saldó con 29 heridos, dos de ellos graves, y cuantiosos daños y materiales. Y, según desvela el informe del siniestro realizado por la Comisión de Investigación de Accidentes Ferroviarios, podría haberse evitado.
La resolución de este organismo dependiente del Ministerio de Transportes señala como causa directa del descarrilamiento la deformación de la vía al ser sobrepasada por la altura del agua, pero no lo considera como algo fortuito, sino parte de una cadena de imprevisiones. El informe determina que a la hora de realizar el proyecto de la la línea no se tuvieron en cuenta las condiciones topográficas e hidrológicas de la zona. El tramo donde sucedió el siniestro no se encontraba dentro del listado de puntos de riesgo inundables de la red ferroviaria. Esta falta de previsión impidió que se aplicaran medidas de prevención durante el trayecto. Además, no existían obras de drenaje o encauzamiento que pudieran evacuar el exceso de agua.
A lo largo de la mañana del suceso, con anterioridad al descarrilamiento del tren afectado, los maquinistas de otros trenes habían avisado de la balsa de agua que se estaba formando sobre la vía, interrumpiéndose el tráfico para el reconocimiento del lugar y reanudándose tras éste limitando la velocidad en el tramo.
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