Más allá de lo que añoramos, de la algarabía de las procesiones, las bullas, las hileras de nazarenos y las humaredas interminables de incienso, Sevilla también es sacramento, y este año, como la Semana Santa, viviremos la procesión del Corpus Christi por dentro.
Fotografía: Carlos Rojas
Son vísperas del día del gozo y de gloria en el lugar más bonito del mundo. Sevilla se engalana como sólo ella sabe para recibir el Santísimo en cada casa. En los días previos, ya no estarán las calles del núcleo urbano repletas por juncia y romero, el olor característico que nos traslada a nuestra niñez. Se volverá a echar en falta los montajes de altares sacramentales por las calles, los escaparates de las tiendas de antaño, los balcones con sus espigas, las bandas en pasacalles, la luz… y es que en Sevilla todo tiene su preparación, porque disfrutamos más de lo que se nos brinda en la espera, la nostalgia de lo que se nos va, el montaje de lo que nos gusta, la ilusión porque la fiesta llegue un año más.
La mañana de Corpus en Sevilla comienza bien temprano, cuando el Señor de la Cena emprende su ida para presenciar la procesión del Santísimo desde el Palacio Arzobispal. La tarde antes, como de costumbre, la Virgen de la Hiniesta Gloriosa, patrona de la Corporación municipal, acude desde San Julián a la fachada de la Plaza de San Francisco para contemplar los actos sacramentales. Pero este año, como todo, esta festividad va a ser diferente.
El cortejo marca el día, la alegría y la luz en su caminar. La sucesión de hermandades y Santos e imágenes veneradas e ilustres de la ciudad, San Ángela de la Cruz, Santa Justa y Santa Rufina, San Isidoro, San Leandro, San Fernando, La Inmaculada, El Niño Jesús, la Santa Espina, y finalmente, La Custodia con Jesús Sacramentado, corona la comitiva más larga que posee la capital andaluza, este año no saldrán, pero se recordarán.
Y en definitiva, es una realidad aquello que hay tres jueves en el año que relucen más que el sol, Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión, y en esta bendita ciudad no iba a ser menos.
Comentários