Los cultos del día de la Esperanza cierran un año marcado por la suspensión de las procesiones y la incertidumbre sobre la próxima Semana Santa.
Foto: Hermandad de la Macarena
El 18 de diciembre, fiesta de la Virgen de la Esperanza, es la última cita del calendario cofrade de cada año. En este 2020 en el que Andalucía se quedaba sin pasos por primera vez desde los años de la II República, la cita con esta advocación tan extendida por la comunidad sirve como un termómetro con el que tomarle la medida a lo que podemos esperar para la próxima Semana Santa.
Suprimido el acto físico del besamanos, las imágenes han bajado de sus altares pero se encuentran a una cierta distancia de los fieles. En el Perchel, en la Plaza Nueva de Granada o en el jerezano barrio de San Miguel, los devotos se acercan a la Virgen con mascarillas y guardando distancia de seguridad mientras los responsables de las hermandades controlan que no se exceda el aforo de las iglesias. La incertidumbre económica echa el freno a muchos proyectos de nuevo cuño, pero no a la conservación del patrimonio: la Macarena reestreno su saya bordada por las Hermanas Martín Cruz mientras que la Esperanza de Triana brilla con su corona restaurada.
Aunque la decisión de suspender las procesiones de 2021 en Sevilla se anunció para después del puente de la Inmaculada, su comunicación oficial llegará ya tras estos días de Esperanza. Entre las causas, el malestar de los consejos y agrupaciones de hermandades del resto de capitales andaluzas por una toma de postura unilateral que pudiese comprometer a localidades con una logística menos compleja que la sevillana. Las ocho capitales más Jerez están a la espera de una reunión con la Junta de Andalucía en la que se fije un marco común que difícilmente les será favorable. Juanma Moreno declaraba está misma mañana la creencia de que no habría pasos en la calle la próxima Semana Santa. No obstante, pese a ser la autoridad competente para decidirlo, el presidente andaluz ha pasado la patata caliente a los obispos.
La postura de la Iglesia andaluza ante la recuperación del culto externo es de total ausencia de prisas. Los prelados de nuestra comunidad suscribieron hace unos meses una carta en la que llamaban a frenar los sucedáneos de cara a la Semana Santa. Una expresión deliberadamente ambigua que desde entonces caldea los debates en el mundo de las cofradías.
La definición de qué es un sucedáneo de estación de penitencia varía radicalmente en función del interlocutor. Sevilla es, en la clase dirigente de sus hermandades y también en la prensa especializada, la ciudad más proclive a considerar inasumible cualquier desviación del modelo de 2019. Estampas de su propia historia, como la salida de Santa Marta en 1976 con su Cristo en una parihuela o la de la Vera Cruz en 2012 con un cortejo Nazareno sin imágenes, son rechazadas por un Consejo de Cofradías tradicionalmente reacio a movimientos pero también por un Arzobispado que vive pendiente del inmediato relevo de Juan José Asenjo. La ciudad de la Giralda, que aún no ha elegido a una imagen para presidir su vía crucis del primer lunes de Cuaresma, tendrá un cartel de Chema Rodríguez tan huérfano de pasos como sus calles y un programa de actividades culturales en el que se incluirá un acto sustitutivo del pregón con intervenciones de quienes ya han pasado por el atril del Maestranza.
Cádiz o Jerez se muestran mucho más proactivas en la búsqueda de alternativas que permitan un encuentro entre las imágenes y su pueblo. La ciudad del vino, una de las pocas donde se han celebrado cultos externos en estos meses, plantea aforar los recorridos para garantizar las distancias interpersonales. Desde Málaga o Huelva se plantea procesionar a las imágenes en andas de menor tamaño y cargadas desde el exterior para reducir el contacto entre costaleros y hombres de trono. Desde la Agrupación de Cofradías de Córdoba, sin embargo, se apuesta por potenciar la programación de la Cuaresma, dejando en interrogante el escenario de los días santos.
Sea cual sea la decisión definitiva, lo que parece claro es que esos días serán muy distintos tanto a la normalidad de 2019 como al confinamiento estricto de 2020. Una situación que permite una escala casi infinita de grises y que aleja la posibilidad de que, como el pasado año, se viva en toda Andalucía de la misma forma. Veremos a hermandades con templos pequeños que plantearán celebrar actos al aire libre, a otras que montarán sus pasos o altares extraordinarios en las iglesias y también las habrá que, por idiosincrasia o por el serio varapalo que supone para sus arcas la suspensión de casi cualquier fuente de ingreso extraordinario, opten por un perfil bajo. Con la vacuna ya circulando en los organismos de muchos andaluces, habrá intentos hasta última hora de celebrar algún vía crucis, alguna veneración en la vía pública, que serán fuertemente contestados por quienes no quieren una Semana Santa distinta a la que recuerdan. Alternativos e inmovilistas, sacapasos y conservadores, no coinciden en cómo debe ser la Semana Santa de 2021, pero sí en un deseo: que el inminente inicio de la vacunación permita que para 2022 las únicas preocupaciones sean un cambio de banda, de recorrido o si este año los claveles vienen de Colombia o de Chipiona. Aunque ahora les distancia el futuro inmediato, la esperanza, la necesidad de que vuelva la normalidad es común.
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