Por Pedro Pablo Doña-.
Alejandro Torres, joven periodista malagueño y portavoz de la plataforma Málaga contra las casas de apuestas nos habla de la última regularización vía decreto que ha aprobado el consejo de ministros y que ha diseñado Alberto Garzón desde su Ministerio de Consumo. En este decreto se prohíbe realizar contratos de publicidad de juegos de apuestas en radio, televisión, internet y patrocinios deportivos. Este joven luchador y activista vivió en primera persona la lacra del juego y la ludopatía y quiso denunciar y alertar a los demás jóvenes, a través de una publicación en Twitter, del problema que esta adicción supone.
¿Cómo viviste la repercusión que tuvo tu mensaje de protesta en Twitter?
Es cierto que ese tuit se viralizó a raíz de que yo volvía del parlamento andaluz, de una moción que se presentaba para limitar las casas de apuestas que estuvieran cerca de los centros educativos. Veníamos luchando desde las asociaciones para que esto pasase. Es una lucha que duró tres años y que en cuestión de veinticinco minutos cayó al suelo, porque tres partidos políticos, concretamente PP, VOX y Ciudadanos votaron en contra de esta medida. Una medida que pensábamos que se podía aprobar, ya que no distinguía de colores. Esto no distingue y alejar las casas de apuestas de los centros educativos es una medida que nos compete a todos. Cuando volvía en el coche hacia Málaga, me di cuenta de que ningún medio de comunicación había comunicado esto. Nadie se había hecho eco de que se había tomado una medid tan drástica. Lo hablé con mi compañero de piso y él me preguntó que qué iba a hacer, y decidí contar mi historia para atraer a la gente. Se viralizó y no me importó, porque la gente que me conocía sabía que yo jugaba, y no me preocupaba que ahora supieran que ya no lo hacía. Yo ya llevaba un año y pico en rehabilitación y pensé que también rompería con ese estigma. He tenido problemas con el juego y soy un tío completamente normal.
¿A qué edad empezaste a jugar? ¿Te acuerdas de la primera apuesta que hiciste?
Me acuerdo perfectamente como si fuese ayer. Yo tenía dieciséis años y mi abuela me daba diez euros los domingos. Los primeros diez euros que eché fueron los de mi abuela. Fue a raíz de un amigo, que me comentó que una sala de juegos que había cerca de mi casa se ganaba dinero. Un chaval joven como yo que no tenía ingresos se decidió a probar. Fui y no me tocó, pero me fui con la sensación de que, si no me había tocado, no fue por el hecho de haber perdido, sino porque quizá no había jugado lo suficientemente bien o que no había apostado suficiente dinero. También se convirtió en una especie de moda y de nuevo ocio, ya que ir a un salón de juegos era mucho más barato que ir al cine o a cenar, por ejemplo.
¿Te buscabas diferentes formas para conseguir más dinero que apostar?
Al final, la problemática que tenía esto es que era una adicción progresiva en la que al principio empieza jugándote los diez euros de tu abuela, los pierdes y no te importa, si ganas el doble te vas contento… Al principio no tuve ese gusanillo de necesitar más. Cuando cumplí diecisiete años, a mis amigos les decía que no fueran para allá, pero la realidad es que yo acababa yendo y pasaba más rato de la cuenta y a gastar mucho más dinero. Empecé jugando, como se dice mucho ahora, de forma responsable.
¿Qué es eso de jugar de forma responsable?
Yo es cierto que tengo una visión un poco subjetiva de esto. Al final, una persona que es adicta a algo, poco puede hablar de jugar de forma responsable. A mí cuando me hablan de juego responsable quiero que también me digan qué porro es responsable o qué cubata cuando coges el coche es responsable. Entiendo que no todo el mundo que juega es adicto, pero entiendo que todo el mundo que es adicto empieza jugando así.
En tu caso fuiste a una casa de apuestas porque un amigo te invitó. ¿Cuántos jóvenes habrá que están yendo de esta forma, porque un amigo les habló de esta manera fácil de ganar dinero?
Muchas veces he pensado que he yo he podido ser ese amigo para mucha gente. Cuando uno juega y no sabe de la peligrosidad de esto, muchas veces se hace apología del propio juego. Porque tú cuentas las veces que ganas, pero no cuentas las que pierdes. Tenemos que tener mucho cuidado con el mensaje que mandamos, porque yo he conocido a personas que se han quitado la vida por esto. A día de hoy me siento un privilegiado por poder hablar de esto, pero hay gente que no puede hacerlo. Al final esto te manda a tres sitios, un día a la cárcel por delinquir para satisfacer tus necesidades de jugar, otro día al manicomio porque piensas que te estás volviendo loco y otro día al cementerio, porque para vivir así, piensas que es mejor no vivir.
¿En esos cinco años, que ha durado tu adicción al juego, cuál ha sido el peor momento que recuerdes?
Yo recuerdo que cuando entraba a los grupos de terapia, los compañeros y compañeras comentaban que habían tocado fondo, pero es que yo he tocado fondo todos los días. Yo tuve muchos puntos de inflexión en mi vida. Recuerdo cuando vivía con mi madre y a situación en mi casa ya era desesperante porque Alejandro no estaba, Alejandro se pasaba las noches fuera… Un poco después de cumplir la mayoría de edad me fui de casa, la pareja que tenía se encontraba totalmente destrozada y acabé viviendo solo en un piso de treinta metros cuadrados que no podía pagarme. No es la cantidad de dinero que he perdido, han sido los momentos, los abrazos, los besos y las amistades. Hay gente que entiende que esto es una enfermedad, y luego hay otra gente que piensa que tú eres un hijo de puta.
¿Cuántos momentos con las personas que más quieres has perdido?
Cuando yo entraba a una sala de juegos y me gastaba, por ejemplo, 6.000 euros, el dinero, en ese momento, ya perdía su valor porque es el hecho de poder jugar tu propia satisfacción. Es más, yo ya no iba a ganar dinero a los salones de juego, yo iba a jugar. Yo ya sabía que no iba a ganar, es decir, sabía que iba al matadero. El dinero me daba igual, era simplemente la herramienta de unión para seguir jugando. No voy a recuperar la cantidad de dinero que me he gastado en la vida, pero muy probablemente haya recuperado otras cosas más importantes. Lo que te cicatriza son las cosas que has tenido que vivir y que no deberías de haber vivido.
¿Cuándo sientes que tienes que pedir ayuda y dónde la pides?
La primera vez que yo pido ayuda es recién cumplida la mayoría de edad. Me acerco a la que era mi pareja para decirle que la situación se me había ido de las manos y creo que tengo un problema con el juego. El no percatarse del problema lleva a pensar que dejando de ir o de juntarme con mis amigos hace que se solucione todo. Con diecinueve años hago una entrevista en la asociación a la que hoy pertenezco, porque da la casualidad de que tengo que dar una charla sobre ludopatía. Con veintiún años, una noche que había discutido con la que entonces era mi novia y con mi familia, me voy a jugar, me emborracho y cuando vuelvo a casa me doy cuenta de que he perdido las llaves. Mi hermano vivía cerca y sabía que tenía unas llaves de repuesto. Le pido que si me puede abrir la puerta de mi casa y él decide acompañarme. Nos sentamos en el salón me pregunta una vez más, porque no era la primera vez, que si tenía problemas con el juego. No lo reconocía del todo, pero ese día lo confieso como nunca antes lo había hecho. A partir del día siguiente, mi familia empieza a buscar sitios. Yo no quería rehabilitarme. Quería dejar de jugar, pero seguir con mi vida. Yo sabía todo lo que comprendía una rehabilitación: grupos, psicólogos, terapias… Yo no sabía si estaba preparado para eso. Yo no quería ir a rehabilitación, pero me encontré con muy buenas personas.
¿En ese camino tú te encontraste con más persona de tu edad?
Yo cuando entro soy el chaval más joven del grupo. Pero a día de hoy, hay personas más jóvenes que yo y con problemas más graves que con los que llegué yo. La media que tenemos en el grupo es treinta años. Todos llegan afirmando que jugaron siendo menores de edad. Juegan tanto hombres como mujeres. Antiguamente el que se enganchaba jugaba a unas máquinas, pero ahora ha cambiado porque se puede jugar de muchas formas diferentes. Muchos llegan pensando que no hay futuro y que no existe otra vida. En Málaga hay más casas de apuestas que heladerías, es muy fuerte. Hay zonas que tienen el mismo número de casas de apuestas que de centros educativos. Y Fuengirola, de donde soy yo, es el municipio con más casas de apuestas por metro cuadrado. Tú vas andando por mi barrio, y solo ves casas de apuestas.
¿Por qué se instalan las casas de apuestas en los barrios más pobres?
Para empezar, los alquileres les salen mucho más baratos. Las casas de apestas se aprovechan de la necesidad de que en los barrios más pobres es donde menos dinero hay. Y si de la mano de la publicidad ven que pueden conseguir en esas zonas dinero, blanco y en botella. Nos han ganado la batalla en la salud pública que tienen que tener los barrios y las ciudades. Porque lo que hay directamente relacionado con estos locales, por ejemplo, es el consumo de drogas.
¿Qué intentan ganar los partidos que votan en contra de algún tipo de regulación en el juego?
Yo nunca he distinguido de colores en este sentido. No sé si a día de hoy hay algún partido que se quiera apropiar de la lucha contra el juego, pero en el momento en el que las asociaciones o las plataformas se empiecen a vestir de un color, nos vamos a dar cuenta de que la lucha es diferente. La lucha debe de ser desde la sociedad civil.
¿Qué queda por avanzar en la lucha contra el juego en Andalucía? ¿Está regulada la distancia entre colegio y salas de apuestas?
Tenemos que tener en cuenta que todo lo que tenga que ver con el juego está regulado por las comunidades autónomas. En Andalucía existe un proyecto de decreto para limitar a 150 metro la distancia entre una casa de apuestas y un centro educativo. A día de hoy solo es un proyecto. Esta distancia es irrisoria. Yo siempre digo que la basura hay que quitarla del alcance de los niños. A la hora de regular esto, siempre hay tantos intereses que te topas con muchas piedras. Hay muchos que te hablan de que el problema es el juego online, pero realmente son los propios jugadores los que decían, cuando esto empezó, que el juego online no iba a ser útil. ¿Por qué? Porque el jugador quiere la inmediatez del dinero, por lo tanto el juego online se pasó a los barrios para que esa inmediatez de cobro ya la tengan. Para mí una buena opción es el modelo que se ha impuesto en Valencia.
¿Cuál es tu posición sobre el nuevo decreto de regularización de la publicidad del juego elaborado por el Ministerio de Consumo?
Después de analizar, el BOE, desde una postura positiva, creo que es un paso impresionante. Pero desde las asociaciones y plataformas no vamos a salir a aplaudir al Ministerio de Consumo ni al ministro Garzón por dos razones: primero, porque es su trabajo y en segundo lugar, porque esa no fue su promesa. Veo peligroso la limitación de una a cinco de la mañana, porque hay personas que a esas horas van a estar viendo la tele y nadie sabe si sentimentalmente están bien y si ese mensaje va a calar. Tenemos que pensar quién ve la tele en esa franja horaria. También quiero ver el tema del fútbol, hay mucho dinero detrás. ¿Qué organismo va a perseguir todas las restricciones que se van a imponer?
¿Estás realizando un manual periodístico para tratar de manera correcta la adicción al juego?
Yo comento siempre que cuando los periodistas llegan a las asociaciones, hay una serie de problemas. No sé si se debe a un problema de tiempo, pero el trato a las fuentes no es del todo correcto. Hemos encontrado testimonios e informaciones que no han estado debidamente tratados. Y al igual que hay colectivos que deben de ser tratados con un vocabulario concreto, pienso que este colectivo también debe de tener derecho.
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