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📚 #Entrevista | Paco Pérez Valencia: "Soy cocinero de almas perdidas"

Soy un alma perdida y no lo sabía.


Así designó a los jóvenes Paco Pérez Valencia al llegar a nuestro encuentro. Con una sonrisa de oreja a oreja, me explicó que la juventud piensa que todo tiene que ser rentable y eso, es un gran error. Él llegó a la Universidad Loyola Andalucía como profesor de Pensamiento Creativo por el factor humano. “No hubo nada más que alguien de aquí que pensó que yo podía servir a un proyecto como este. Venía a ofrecerme una posibilidad, y al mismo tiempo con la conciencia de que yo podría ser necesario”. Y quiere llevar al pie de la letra lo que es Pensamiento Creativo, que no es más que pensar distinto, hacer que los adolescentes perdidos creen su futuro y, él es el chef que va a cocinar esos caminos.


Entusiasmado y apasionado me habló sobre el nuevo proyecto que había creado en esta organización. Quiere cambiar el sistema educativo desde dentro. Las dinámicas de sus clases van a cambiar y va a traer niños con autismo para llevar a cabo ese pensamiento distinto. “Si supiera qué va a pasar no habría comenzado con todo esto. El hecho de traer a niños que piensen distinto y que aman lo que hacen, hace que nosotros mismos cambiemos nuestra forma de pensar. Si no amamos lo que hacemos de nada sirve ser un hacha en tu especialidad; cuando amas te permites encontrar detalles y territorios de placer que son impensables en el territorio académico, y eso es lo que te hace ver una dimensión del mundo que no está reglada, que no está en los libros, y que desafortunadamente no podemos compartir los profesores”.


El deseo brilla en sus ojos. Quiere crear un nuevo mundo afectivo lleno de detalles en un lugar que puede resultar impensable y, está dispuesto a conseguirlo. Para ello asegura que viene cargado de superpoderes y nos invita a revolucionar la educación con él.


¿Amas lo que haces?

Rotundamente sí. No sé muy bien cuando decimos amamos lo que hacemos si eso lleva a una especie de evidencia formal, pero algo, mucho de amor, tiene que haber en todo esto cuando hay deseos por levantarme cada día, por ver qué me depara la búsqueda, las ganas de llegar al trabajo, ponerme ante los jóvenes... Si no amase lo que hago, en cualquier momento de impertinencia, en cualquier momento de zozobra, estaría absolutamente perdido. Amar me hace aguantar en territorios hostiles, me hace soportar las dudas y me hace lanzarme al vacío como si fuera un niño inconsciente. Amo lo que hago apasionadamente.


Una pasión que se entrena a diario...

Yo creo que tiene que parecerse, un poco, al día a día de un deportista de élite. Yo me entreno muchísimo, porque hay demasiados conflictos fuera de mi mundo, y todos están empeñados en recordarme lo fútil de mis deseos. “Paco estás empeñado en cambiar el mundo, pero te vas a dar un batacazo”, todo el mundo me lo dice día tras día; la gente que me quiere, la gente que me rodea, mis compañeros... y yo persisto y persisto, y para esto sólo puedo entrenarme, quiero ser así, vivir el mundo de esta manera. Me preparo mirándome al espejo antes de salir y me digo “hoy será como tú lo quieras, no lo olvides, aunque todo el mundo se empeñe lo contrario”, me lo digo cada día y me sirve.

Me levanto con deseos, deseos que se han podido ver apagados la noche antes, después de un día de fracaso, de torpeza o de dificultad, que se ven de nuevo otra vez motivados por una fe en el mundo, porque creo que tengo cosas que decir. Me levanto con mucha expectación, y la expectación es la clave de mi éxito. Tener éxito en lo material no sé qué es, pero en lo espiritual es tener ganas, tener deseos de levantarte por la mañana.

Trato de organizarme porque vivo con mucha ambición, bebiendo de la vida a grandes sorbos, aunque priorizando la familia. Vivo en Sanlúcar de Barrameda, eso implica salir fuera. Tengo mi estudio allí, mi territorio de privacidad y de soledad. Es a donde más necesito acudir, pero es lo que más hipoteco y sacrifico cuando tengo que hacer cosas como venir a la universidad. Venir aquí conlleva prepararse mucho, creerte mucho, amar mucho lo que haces. No vengo a impartir una materia, vengo a generar un mundo impresionante, que es en el que yo creo.


El primer café, en Sanlúcar...

Empiezo cada mañana en un café con unos señores muy mayores en la plaza de abastos de Sanlúcar, acudo a este lugar todos los días desde que soy adolescente, y hoy en día me siguen escuchado y sigo escuchándolos a ellos. Allí hablan de todo, hablan de la actualidad, deportes... pero también hablan del mundo y de su política, y eso me hace ver que el mundo está exactamente dónde lo dejé ayer, y me da una tranquilidad maravillosa.

A continuación, me pongo a preparar el esquema del día, soy de pensamiento gráfico, eso me permite en muy poco tiempo crear sobre un papel un esbozo de la partitura del día, la orquestación del día, y haya lo que haya me dispongo a ponerlo en marcha, siendo muy consciente de que el mismo día me otorgará sorpresas que yo no había previsto y que estoy dispuesto a abrazarlas. No soy dogmático con mi tiempo, estoy preparado a olvidarlo todo para abrir una puerta desconocida. Eso me hace llegar al final del día cansado, pero muy feliz, y a mantenerme muy cerca de mi familia para coger fuerzas. Si puedo, a pesar de todo, vuelvo a casa para dormir siempre, para estar con los míos y para cargarme de fuerza.


¿Crees que con el nivel de vida que llevas, aunque te haga tan feliz, puedes llegar a cansarte en algún momento?

Mi hijo me dijo el otro día algo que me conmocionó, me dijo que yo era algo estafador porque defendía ideas muy bonitas que a algunas personas les viene bien que alguien desde fuera se las diga, pero que yo no cumplía. Y lleva razón, puede que tenga que hacer una especie de parada y, de hecho, estoy en un momento en el que me estoy cuestionando muchas cosas. Nunca me veo mayor para detenerme, tengo 47 años y ningún tipo de incomodidad para plantearme un futuro absolutamente nuevo, dejando atrás cosas que están ya asentadas y que me permiten vivir con cierto confort.

Me siento cansado, pero tengo la sensación del hecho de saber que son territorios temporales me ayuda a superar un poco todo esto. También soy muy egoísta, porque la retaguardia la tengo a salvo y hace sentir a salvo. Mi hijo, mi mujer y mis padres están bien y eso me hace superar otros conflictos.

Es verdad que dicen que el tiempo que no dedicas al descanso te pasará factura, yo estoy apurando mucho todo esto, pero es tan apasionante vivir, pero vivir siempre. Sé que es chulo descansar, a mí me gusta también dormir, pero yo lo que hago es cargarme de posibilidades que me compensan. Si tengo que ir a hacer un viaje que de entrada no me favorece, si caigo en eso empezaré mal, pero si empiezo diciendo que por el camino hay un sitio donde ponen un café muy rico, eso me hace llegar con ganas y ya voy de otra forma, soy así.


¿Cuál es tu fuente de inspiración?

El mundo. Entero. Y cuando digo el mundo entero incluyo las cosas más inmediatas; las miradas perdidas de mi hijo, los silencios de mi mujer, los chistes blancos de mi padre, el volcán interior de mi madre... Pero me dejo seducir en realidad por cualquier cosa, un joven que se queda cautivado en algo, una persona que me da los buenos días de una manera poderosa... Todo lo que me gusta del mundo lo copio y lo saco después a mi manera. Si miro a los ojos cuando hablo es porque me gusta que lo hagan conmigo, si digo buenos días cuando llego a la universidad, es porque necesito que me devuelvan sonrisas. Yo entro en el aula de otra manera, llego cargado de superpoderes, de eso no tengo ninguna duda. Me inspiro de todo lo que me ofrece el mundo, que para eso se me entregó como custodia.


¿Qué pretendes conseguir con lo que haces?

Pretendo lo más egoísta, pensar que todo esto tiene sentido para mí. Voy en búsqueda de ese sentido sin saber muy bien qué es ni cómo es, ni qué cuerpo tiene, ni cómo aparecerá ni cómo reaparecerá, ni de qué color... Que todo esto tenga un motivo, que mi talento mi paso por el mundo, mis deseos, hayan servido a un “alguien”, eso es lo que deseo, y es lo que me hace decir que puedo cambiar y que puedo transformar el mundo. Como cuando alguien deja huella en otro alguien, exactamente como hicieron conmigo, maestros, profesores, mis padres, mis abuelos, mis amigos... marcaron tanto en mí que no sé cómo agradecerlo, sino haciendo mi trabajo lo mejor que sepa, volcándome en mi proyecto de vida lo mejor que pueda. Algún día, cuando todo esto acabe, podré decir “pude haber dado un salto más”, pues seguramente sí, pero en incansable pocos me van a ganar en vida.


¿Por qué crees que nos ponemos límites?

Porque se nos ha educado de esa forma, porque la educación ha consistido en marcarnos territorios y parámetros, siempre con mucho temor a saltar al exterior. La palabra más usada para un niño hasta los 9 años es “no”. Cuando uno crece con el “no” tan rotundo en su interior es muy fácil que diga ante cualquier situación inconveniente “tengo una idea, pero, no”. Los límites no nos llegan desde fuera, es una cuestión actitudinal, es una cuestión de saber estar ante las cosas. Insisto mucho a los alumnos en marcar una posición. Hay que saber vivir en el mundo y para eso hay que estar atentos a él. Para cambiar el mundo hay que pertenecer a él y hay que ser sensible, hay que escucharlo y hay que leer el periódico, escuchar la radio, tener muchas conversaciones. Esto no viene todo envasado, enlatado en un botón en Google, hay que tener el territorio hiperabierto, sensible a todo.

Somos muy buenos excusadores, el ser humano es un habilidoso extraordinario, sin parangón de ser capaz de crear las mejores excusas para dejar de hacer algo, y algunos de nosotros pensamos que hemos tenido talento para conseguir todo esto en la humanidad. A lo mejor podemos cambiar las cosas generando una actitud distinta. Creo en una revolución educativa, la vamos a conocer todos, yo también.


Y eso se traslada en el aula...

Por encima de todo quiero que mis alumnos pierdan el miedo. Que pierdan el miedo a soñar, con la mayor ambición, a saltar al vacío sin tener la prudencia de mirar lo que hay debajo, a que se les note cómo aman ese riesgo, cualquier posibilidad, a que sepan encontrar que en cada momento que sirvan al mundo se están haciendo también un favor como personas, y eso es un territorio de absoluto placer. En definitiva, quiero volver a recordarnos, recordarles a ellos, pero también recordarme a mí, que cualquier territorio es fascinante, si tú lo deseas.


Y, ¿qué conexión tiene todo este mundo con tu faceta artística?

Llegué al mundo del arte porque era inevitable. No había evidencias personales en mi familia. Tenía un tío aficionado que me gustaba cómo pintaba. Los primeros pinceles y los primeros aromas de pintura se los sentí a él, y aquello me encantaba, volver a su casa y cómo olía a óleo...

Yo deseé ser como cualquier niño, muchas cosas que estaban todas envasadas por el mismo patrón. Ahora me doy cuenta de que era algo así como ser un “explorador-sanador de gente que necesitaba ayuda-marino de océanos imposibles-arquitecto de proyectos que ayudasen a otros a vivir felices-maestro del mundo” y todo eso me llevaba a ser artista, un lugar donde cualquier cosa podía ser.

Después entré en Bellas Artes, y parece que la evidencia empieza a decirte “sí, sí, pero...”, y me di cuenta de que yo también podía saltarme los peros, y fíjate lo que ha pasado, he terminado dando clases de arte, de pensamiento creativo, y ahora lo que estoy haciendo es eso precisamente, no hay normas para soñar. Así que llegué al mundo del arte con la convicción de que no había alternativa para mí.



Relacionando con esa dualidad existente entre arte y educación, ¿pensaste en algún momento que ibas a acabar como profesor mostrando y enseñando lo que te apasiona?

Jamás. Nunca pensé que llegara a hacer estas cosas que estoy haciendo, que ahora si entiendo que son absolutamente creativas y a las que no hubiera podido llegar sin mi territorio del arte y sin el sacrificio de ese territorio, porque me formé para ser artista, para ser pintor. Salí de la carrera para dedicarme a trabajar en la soledad de mi estudio, pero un día ves que estás contando más de la cuenta, que tratas de ser didáctico cuando estás explicando un trabajo y, cuando lo piensas, estaba ya haciendo esto. Me sigo diciendo que esto es un trabajo altamente creativo porque es soñar un proyecto como si fuera exactamente concebir un cuadro.

Nunca pinté un cuadro con un fin; que me estuviera esperando un cliente, un museo o una galería, yo pintaba, me llevaba cuatro meses trabajando, no una, sino un montón de cosas, de piezas al mismo tiempo, simplemente porque tenía deseo de continuar. Esto me ha hecho crear proyectos a priori, imposibles para algunos, pero que a mí me parecen de lo más normal. Son proyectos de riesgo, yo concibo ideas sin que nadie me las pida y me involucro en ellas como si me esperase el mismo Metropolitan o el mismo Facebook. Sigo pintando un cuadro, solo que he pasado de tener un lienzo, trabajar con un espacio, y con colores, a trabajar con mentes libres y agitadas como las de los jóvenes... Sigo haciendo lo mismo.


¿En qué punto de tu vida está la creatividad?

Siempre pienso que estoy muchos escalones por debajo, no porque me vea con condiciones de más sino porque veo el mundo que se expresa tan bien, que cuenta cosas tan fascinantes, que yo todavía no he hecho nada de esto. Me pongo a pensar y digo, “mi gran Everest está todavía por escalar”. Todavía tengo que hacer mi gran proyecto, mi gran obra me está esperando, y estoy todavía formándome en una alta cualificación.

Sigo pensando que hay algunas metas insobornables por las que voy a luchar y aún están por llegar. Estoy en fase de preparación absoluta, como las tropas de élite haciendo verdaderos ejercicios, malabares que me hacen a veces estar en lugares impensables para mí hace algunos años e impensables para lo que aún deseo. Estoy en fase de construcción, pero con enormes deseos de aspiración. Y en deseos, no me ganan muchos.


¿Fue un deseo crear la Universidad Emocional?

Es un proyecto de vida que empezó construyéndose como una idea empresarial. Pedí ayuda a mi padre porque él es un hombre de la vida real. Provengo de Bellas Artes y no sabía muy bien cómo se fabricaba esto. Yo era más Quijote y él es más Sancho, y al final me di cuenta de que Sancho se quijotiza y Quijote se sanchifica.

He aprendido mucho a su lado, esto me ha permitido estar cerca de mi padre y para mí es un honor. Podría decir que la Universidad Emocional nos acercó.

La construí y la soñé con la vocación de dar al mundo todo lo que creo que puedo generar, que aún es una muy pequeña parte, y que se puede llevar a cualquier confín de la vida, empresas, universidades, colegios... Se trata de alimentar algo invisible, a personas que son capaces de andar mucho más simplemente porque lo desean, se trata de explorar el territorio humano desde la creación. ¿Cómo es posible que alguien pueda estar cuatro meses encerrado en un lugar para conseguir el rojo más perfecto?, y no hay ninguna enfermedad en este deseo, hay simplemente una vocación por la vida, y si eso se puede llamar empresa o proyecto, así nació la Universidad Emocional.

La Universidad Emocional es para mí el lugar, el escenario, el proyecto, el deseo, el sueño y la realidad, donde incitar los valores humanos en todas las cosas que estamos edificando.


¿Qué valores trabajas diariamente?

Uno de los grandes valores que para mí son protagonistas es el afecto. De hecho, es tan importante que digo sí a proyectos afectivos, debiendo decir no desde un punto de vista material porque me suelen costar el dinero, me implican desplazamientos, mucha dedicación de tiempo, pero fueron pedidos con cariño y aquello me encandiló. El afecto es uno de ellos, el amor, por supuesto, el entusiasmo, la pasión, la emoción y, el fracaso. Si yo no aceptase que el fracaso es algo maravilloso, vehemente en mi visión del mundo, no estaría dispuesto a dar ningún paso en ninguna dirección desconocida, tendría miedo, pero el fracaso me provoca constantemente, y me siento un poco un boxeador rocoso. Ya no tengo edad para estar aspirando al campeonato del mundo con la ambición de un joven, pero sigo pensando todavía que puedo conseguirlo con un golpe perfecto. Combato con mucha gente preparada, cualificada, contra excusas muy preparadas y cualificadas, pero aquí sigo, en el cuadrilátero.


¿Qué crees que necesita el mundo?

Tiempo. Vamos todos muy acelerados, vamos todos muy machacados, y no tenemos tiempo para una conversación, una conversación que pueda generar una mirada disruptiva o esperanzadora o enamorada. Nos falta tiempo en la universidad para escuchar mejor, para que el alumno se sienta atendido. A ellos les hace falta tiempo para explicarse. Nos falta tiempo para perdernos, para emboscarnos, para jugar, todo esto está determinado y construido para la rentabilidad, y creo que los mejores resultados no llegan porque los deseamos con tanta vehemencia que eso implica inmediatez. El tiempo está reñido con la inmediatez, el tiempo está reñido con la simultaneidad, el tiempo implica. Conforme va pasando el tiempo, con el añadido de las nuevas tecnologías, se convertirá en uno de los grandes tesoros.


Y, ¿qué necesitamos nosotros?

Pues necesitamos algo que estoy intentando poner otra vez en marcha, con ciertas dificultades defensivas por parte de mis acompañantes de viaje, que son ellos, los jóvenes, y posiblemente, si se enterasen, mis compañeros académicos. Necesitamos volver a creer en nuestros superpoderes, y yo he venido a la Universidad Loyola a hacer ver a mis alumnos que tienen superpoderes, que los tenían y que se les fueron oxidando, apagando o despistando por el camino, porque gente que ya los abandonó se encarga de decirnos que “todo eso está muy bien, pero...”. Y hemos construido un mundo de peros, de “y sí...”, de “ya, sí, pero...” y, han dado conmigo.



Revolucionario, “superpoderoso”, aprendiz de boxeo, maestro y soñador, ¿Quién es realmente Paco Pérez Valencia?

Espero no ser un estafador, como algunos pueden achacarme, pero no porque yo pueda serlo, porque lucho para lo contrario, sino porque necesito también ese tiempo de disfrute para mí, de todo lo que estoy consiguiendo, de todo lo que estoy viviendo. Una palabra agradecida que la recibo muchas veces de un alumno al final de una clase o al final de un curso, de un momento insospechado, meses, años después, es un tesoro tan grande que al final cuando empiezas a saborearlo, es cuando me doy cuenta de la cantidad de cosas que habría podido vivir sin haberlas tenido tan evidentes por delante. Aspiro a que todo esto sirva, a que haya sido un paso por esta tierra de bendición, de mirar atrás y decir, “me gustó”.

Cuando llegue el momento del final, estoy convencido de que voy a plantar una batalla desmesurada, ganar va a ganar la negra, la muerte, ganará, gana siempre, y está bien que eso sea así, pero conmigo va a pelear desesperadamente, y dirá “¿pero a este tío que le ha pasado?”, pues que vivió con ansia y fe, y ahora me está tocando vivir aquí con ambición.


Mi ambición pasa por un proyecto de largo recorrido, no porque quiera ahora ganarme la vida aquí, no tengo miedo a la incertidumbre del curso que viene, de si me quieren en esta casa y de si he recibido el cariño suficiente de amor como para sentirme cautivado, estoy pensando sólo en este proyecto. Es cambiar el mundo de la gente que tengo a mi alrededor, y dejarme llevar también por ese cambio, por ese hecho transformado. No solamente los alumnos y yo, sino todo lo que salpica, gente que aparece por mis clases de repente, la gente que me abre las puertas de la facultad, la que me pone un café... Comparto mucho lo que estoy viviendo porque salgo muy contento de clase.

Aspiro a cambiar todo lo que me está rodeando en lo más cercano e inmediato. Llamo a casa cuando salgo de aquí, se lo cuento a mis padres, a mis compañeros, a mis amigos... pero aspiro a tener un proyecto que pueda ver modificar las cosas de esta manera, lo veo muy sencillo, y la gente dirá que esto es muy costoso, y claro que lo es, tengo todo el tiempo del mundo para hacerlo.


Si cambio la mentalidad de jóvenes, repartidos entre Córdoba y Sevilla, estoy transformando el episodio desde la base. Son chavales que se tienen que formar en segundo, tercero y después cuarto, a continuación, saldrán al mundo profesional que impregnarán con otros compañeros, con otros profesores, en otras materias, y finalmente, en otros aspectos. Si cambia Loyola, cambiará el mundo. Lo veo muy asequible, ¿qué necesito? solamente necesito mis deseos, lo demás es una cuestión que funciona como el movimiento, o como la enfermedad, es una cuestión vírica, llegará, estoy inoculando “veneno” en esta casa, veneno del bueno.


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