La nueva realidad aclamada ha llegado y sin darnos cuenta hemos hecho historia quedándonos en casa durante casi tres meses.
Lo que empezó como una ola de solidaridad, pensando en un comienzo que apenas siendo buenos durante 15 días en nuestra casa se iba a erradicar la enfermedad, se ha convertido en una carrera de improvisación a base de prueba y error que ha desembocado en una cifra indeterminada de muertos, otros tantos contagiados y asintomáticos, un país dividido, la sanidad destruida y una desconfianza generalizada hacia todas las élites.
El estado de alarma ha acabado, pero no la enfermedad. Lo estamos viendo y viviendo. Los rebrotes, o clústers como se les quieren llamar ahora, están floreciendo por todas las regiones del país recordándonos a una primavera perdida. Florecen por las ganas de libre circulación, movilidad y las ansias de aperturas de fronteras. Confiarse de que somos inmunes, libres, asintomáticos o que estamos por encima del bien y del mal sin saber la naturaleza del virus, depende de cada uno de nosotros.
El 2020 está sacudiéndonos a todos los niveles, ya sean sanitario, social, político o económico. Está arrastrando consigo familias, trabajo y expectativas. Hemos aprendido, o seguimos intentando, a vivir al día, perdiendo planificaciones e ilusionándonos con poco. Algunos sueñan con el momento en el que todo vuelva a ser "normal", otros con volver a desescalar hacia una fase 0 para erradicar la covid, otros, dejándose llevar por este inefable año bisiesto.
La vida no era normal antes del coronavirus. No intentemos normalizar una "nueva normalidad" donde lo normal es y siempre ha sido lo más raro, lo más diferente, lo aceptado y establecido por la sociedad o lo que un grupo de población acepta como normativo. La normalidad no existía y es muy poco probable que ahora, donde se repentiza todo, se vaya a llevar a cabo.
Y para ti, ¿que es lo normal?
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